Auge y esplendor de Nava del Rey en la época moderna:
El lado amable de la historia
Ricardo Hernández García
«En memoria de Adrián, maestro de aprendices como yo, Gracias por todo lo que me enseñaste.»
No seré yo quien cometa la imprudencia de intentar resumir en unas cuantas líneas el extraordinario -por lo deslumbrante y lo decepcionante-, pasado histórico de esta localidad. Tarea por hacer -y a Dios gracias finalmente se está haciendo-, ya que prácticamente desde las tan traídas y llevadas líneas escritas por Federico Carbonero hace ya un siglo poco más se ha apuntado en el campo de la historia local navarresa, si bien de vez en cuando, ciertos episodios literarios no nos dejan de sorprender, al menos, a los que humildemente nos acercamos a los documentos concernientes a la historia de esta localidad, es decir, a los historiadores.
Será interesante para el objeto de esta publicación poder realizar aquí una clara exposición sobre las diferentes cofradías que se fueron sucediendo en el transcurso de los siglos, y sobre todo, completar esa información con datos referentes a sus bienes y posesiones, al igual que poder analizar la composición de sus miembros integrantes -artesanos miembros de gremios, oligarquías municipales, grandes propietarios de tierras, etc- para de este modo poder desentrañar todas las interrogantes concernientes a dicho tema. Este trabajo hoy por hoy resultaría imposible de realizar habida cuenta del tiempo que habría que dedicarle.
De todos modos, el enfoque que se diese a dicho estudio pecaría -a los ojos de un historiador- de exceso de celo en el tratamiento de las fuentes documentales referentes a aspectos artísticos, es decir, la idea central y por ello armazón argumental -simplificando- será el intentar adjudicar cada paso procesional a una u otra cofradía y a partir de ahí caracterizar a los individuos de la misma en su posible entorno social y económico.
Desde el punto de vista del historiador y habida cuenta de las carencias existentes en cuanto a bases salidas para poder desarrollar algo parecido a lo expuesto en el anterior párrafo, en las líneas que seguirán a continuación se hará un planteamiento muy sencillo de lo que fue la Villa de Nava del Rey[1] durante los siglos XVI al XVIII, haciendo especial hincapié en el Siglo de la Ilustración debido a la posibilidad de manejar una documentación más rica en detalles. De ese análisis y su comparación genérica con alguno de los pueblos que la circundan podremos obtener una idea un tanto más precisa de lo que era esta localidad en los momentos en que tuvo mayor auge, hecho este que no pasa desapercibido al analizar las piezas procesionales de Semana Santa, todas circunscritas en este marco cronológico.
Imprescindible es comenzar mostrando algunas cifras referentes a la población que habitó en Nava del Rey durante los Siglos Modernos.[2] Prueba de que las cosas se hacían de diferente manera a finales del Siglo XIX – principios del XX, es el hecho de que Federico Carbonero en su obra histórica sobre Nava del Rey no haga en ningún momento una referencia clara sobre la población que hubo en cada Época de las que él trata. La aparente carencia de censos en los que apareciese el número de habitantes tal vez pudo retraer al citado erudito a esbozar alguna hipotética evolución demográfica. La citada omisión destaca más cuando encontramos en su obra algún dato que nos sirve para ver cómo estos datos tan relevantes no requirieron su atención. Hoy no va a ser así, y para ello nos serviremos de diversas fuentes documentales distribuidas entre el Archivo General de Simancas y el Archivo Municipal de Nava del Rey.[3]
Es sobradamente conocido el que la población de la Corona de Castilla aumentó durante casi todo el siglo XVI para sucumbir ante la crisis generalizada de finales del siglo XVI y buena parte del XVII, para aumentar -en muchas ocasiones tan sólo recuperar- su población durante el siglo XVIII hasta los límites obtenidos en el siglo XVI, aún cuando no deja de haber localidades como es el caso de Nava del Rey en las que bien por una expansión agrícola basada en el cereal y sobre todo el viñedo, o bien como sucede en otras zonas de Castilla donde el gran impulso demográfico se obtiene gracias a la industria textil lanera, como es el caso de la palentina localidad de Astudillo, donde su aumento es mucho mayor que en el resto y sí se puede afirmar que no sólo igualan la población existente en el siglo XVI ya que en estos casos la rebasan con toda claridad:[4]
EVOLUCIÓN COMPARADA DE LA POBLACIÓN DE NAVA DEL REY Y ASTUDILLO
Años |
Vecinos Nava del Rey |
Habitantes |
Vecinos Astudillo |
Habitantes |
c. 1560 |
680 |
2550 |
||
1591 |
932 |
3495 |
468 |
1755 |
1646 |
580 |
2175 |
||
1656 |
567 |
2126 |
||
1750 |
1338 |
5017 |
2874 |
Fuentes: las citadas en la nota 3
Como se puede observar en el cuadro el crecimiento que experimenta Nava del Rey es muy superior al de Astudillo, ya que si bien las dos superan con creces las cifras obtenidas en el siglo XVI el margen de crecimiento que ofrece la localidad vallisoletana no puede ser comparado ni tan siquiera con el de esta localidad palentina cuyo aumento demográfico es excepcional y muy superior al de la media tanto provincial como nacional. Antes de centrarnos definitivamente en el siglo XVIII, unas breves líneas para relatar la evolución demográfica durante los tres siglos.
El primer dato nos sitúa en el centro del siglo XVI momento en el que todavía tienen fuerza las ferias de Medina actuando como motor impulsor de toda su comarca. En esas fechas se produce la tan citada -y aplaudida incluso hoy en día- exención de Nava respecto a Medina, momento en el que los vecinos de la primera en compensación, deben pagar una abultada cantidad de dinero a la corona, por ello, era necesario tener un padrón actualizado para poder repartir el dinero que tenía que pagar cada uno de sus vecinos. La cifra que nos presentan es la de 680 vecinos, este será el dato a partir del cual haremos comparaciones.
El siguiente dato referente a toda la población de Nava nos lo ofrece el denominado Censo de los Millones debido a ser este su fin, el de recaudar cierta cantidad de dinero exigida por la Real Hacienda para cubrir ese impuesto o nuevo repartimiento. Los 932 vecinos que indica la documentación demuestran un crecimiento claro durante la segunda mitad del siglo XVI ya que de los 2500 habitantes pasa a tener 3500 en tan sólo 30 años de diferencia. No es necesario extenderse en aclaraciones acerca de la validez de estas cifras debido a que si bien es interesante poder calibrar con exactitud el número exacto de habitantes no deja de ser una mera anécdota ya que lo que resulta más interesante es detectar la tendencia general de la población durante todos estos años más allá del dato puntual y concreto, habida cuenta de que en este estudio no se van a manejar datos referentes a los Libros Sacramentales que nos pudiesen ofrecer una visión menos sesgada que la de los censos de vecinos.
El periodo de crisis que sufre toda Castilla durante la mayor parte del siglo XVII no se reduce tan sólo a los caracteres demográficos ya que se aprecia la crisis en el Ámbito económico -la desmantelación de las manufacturas urbanas y rurales es patente-, y económico -a pesar de los esfuerzos del gran estadista mundial del siglo XVII, el Conde-Duque de Olivares-, no así en el artístico como sin ir más lejos se puede apreciar en todo el conjunto ornamental de la Iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey descollando el retablo central obra del insigne Gregorio Fernández, prueba esta de que aún en época de crisis ciertos estamentos continuaban con un gran poder económico, y prueba también de que las bases económicas aún debilitadas podían aguantar mejor que las de otras localidades que basaron su esplendor, por ejemplo, en el comercio internacional como fue el caso de Medina del Campo.
La crisis demográfica del siglo XVII se refleja perfectamente en los datos para 1646 y 1656[5] en los que se aprecia un claro descenso situando a la localidad incluso por debajo de los momentos centrales del siglo XVI. No es lugar este para disertar acerca de las causas que produjeron tal descalabro demográfico, tan sólo sirva para imaginar el ambiente colectivo en el que se desarrolla el ensamblaje de las piezas procesionales que hoy podemos contemplar, sin duda un ambiente de angustia y de piedad, de temor ante el mañana ya que perfectamente podía ser otra nueva plaga de langostas para sus cosechas de cereal o una pertinaz sequía que además de agostar los cultivos pusiese en serio peligro la cabaña ganadera de la localidad. Pero no sólo es esto, ya que ese ambiente también podía ser de orgullo al contemplar las realizaciones arquitectónicas que se vienen sucediendo desde principios del siglo XVI, así la parroquia, su torre, el Convento de Agustinos, …, en definitiva, el espíritu castellano reflejado en claras pinceladas, el esplendor y la decadencia, fenómenos que deben servir para la reflexión actual.
Llegados al siglo XVIII la localidad es partícipe del aumento poblacional que sufre no sólo Castilla sino toda España en su conjunto. Si bien se podía redundar aún más en las cifras con otros censos del siglo XVIII -como el de 1787 de Floridablanca- aquí solo se utilizará la cifra que para mediados del Siglo XVIII ofrece el Catastro del Marqués de La Ensenada por ajustarse cronológicamente a la mitad de la centuria y por la reconocida credibilidad de sus datos.
Fijado cronológicamente en los primeros años de la década de 1750 permite observar la evolución demográfica tanto desde un punto de vista particular como general. Aceptaremos la cifra de 1338 vecinos como válida -aún cuando los datos del Vecindario de Ensenada están un tanto hinchados, sobrevalorados- lo que nos da una población total de 5017 habitantes. Es decir, a mediados del siglo XVIII la población de Nava del Rey había sufrido un aumento espectacular, tanto es así que había más que doblado su población respecto a la que tenía cien años antes. Incluso en la demostración de su deslumbrante crecimiento ni tan siquiera se puede comparar con el habido durante la segunda mitad del siglo XVI, hasta entonces momento en el que más poblada estuvo la localidad.
La importancia de este crecimiento radica en el hecho de que poblaciones cercanas con un mayor número de habitantes de partida, ahora -en 1750- se presentan como bastante más pequeñas que Nava del Rey. Las cifras son elocuentes:
NÚMERO DE VECINOS Y DE HABITANTES EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID EN 1750
Vecinos Seglares |
Eclesiásticos |
Habitantes |
|
Nava del Rey |
1301 |
37 |
5017 |
Medina del Campo |
939 |
69 |
3780 |
Valladolid |
4897 |
247 |
19290 |
La Seca |
661 |
13 |
2527 |
Rueda |
495 |
11 |
1897 |
Villaverde |
124 |
4 |
480 |
Tordesillas |
611 |
49 |
2475 |
Fuente: Alcabala del Viento, B3[6]
De la muestra presentada tan sólo Valladolid ofrece un número de habitantes más elevado -aunque la diferencia no llegaba a ser de cuatro veces en favor de Valladolid, sirva para confrontar con lo de hoy en día-, hecho este que no hay que olvidar ya que como demuestran los estudios referentes a Valladolid, la ciudad experimenta también en ese siglo XVIII un destacado aumento demográfico. Más significativo es aún contemplar -no sin un cierto asombro- las cifras del resto de localidades, así, la pujante Medina del Campo es inferior, demográficamente hablando, a Nava del Rey en algo más de 1000 habitantes, e incluso es más llamativo el caso de Tordesillas ya que a pesar de que en los primeros recuentos -siglo XVI- contaba con un mayor número de población, unos 3900 habitantes, ahora presenta unas cifras bastante bajas ya que no ha sido capaz de igualar ese volumen poblacional.
Lo interesante será poder concretar con datos las causas por las que es Nava del Rey la localidad que presenta mayor vitalidad demográfica, aunque no estarán muy lejos de las del resto de Castilla, es decir, unas bases agrarias centradas en la expansión de los cultivos, teniendo una vital importancia la producción de vino de calidad. Asá se ve que aunque rodeada de localidades que hoy en día muestran una mayor pujanza económica haciendo hincapié en la producción de vino, en el siglo XVIII estas localidades no podían hacer sombra a la producción vinícola de Nava del Rey, de ahí el crecimiento o decaimiento de unas y otras.
No sólo es interesante comparar la población presente en la villa con la de las localidades que la circundan, sino que tomando la perspectiva de la Corona de Castilla[7] se ven cosas más chocantes. Para empezar, de una clasificación por número de vecinos basada en aquellas localidades con más de 1000 vecinos, Nava del Rey –La Nava del Rey– aparece en el puesto 117, es decir, tan sólo había 116 poblaciones en toda la Corona de Castilla con mayor número de vecinos. Dentro de la provincia de Valladolid tan sólo encontramos junto a ella a la propia capital en el puesto 14, a Medina de Rioseco -por aquellos entonces la localidad más poblada de la provincia tras Valladolid- en el puesto 77 con 1659 vecinos, y finalmente a la venida a menos villa de Medina del Campo situada en la posición 185 y Última de las localidades con más de 1000 vecinos ya que ella contaba según el recuento con 1008.
No sólo es el contraste con los propios pueblos de la provincia, sino que el volumen de población que habitaba en la localidad a mediados del siglo XVIII era superior al de localidades con mayor abolengo y a priori mayor número de habitantes, así:
NÚMERO DE VECINOS Y DE HABITANTES EN LA CORONA DE CASTILLA EN 1750
Vecinos Seglares |
Eclesiásticos |
Habitantes |
|
Nava del Rey |
1301 |
37 |
5017 |
Alcalá de Henares |
1190 |
88 |
4792 |
Ávila |
990 |
126 |
4185 |
Ciudad Rodrigo |
1030 |
72 |
4132 |
Béjar |
1074 |
23 |
4114 |
Soria |
989 |
67 |
3960 |
Orense |
773 |
90 |
3236 |
Lugo |
709 |
96 |
3019 |
Fuente: Alcabala del Viento, B3
Las cifras hablan por sí solas, ya que no estamos refiriéndonos a localidades grandes dentro de diversas provincias sino que muchas de ellas son capitales de provincia o son sedes catedralicias -así el señero caso de Ciudad Rodrigo-. Dentro de una tipología encontramos algunas localidades que podían retener un elevado contingente de población debido a consideraciones institucionales como ser cabeza de partido judicial, político-económicas como ser sede catedralicia, con lo que conlleva de personal de servicio y de centro económico ya que ahí se concentraban buena parte de las rentas generadas por la percepción de los diezmos, o bien otras localidades podían alentar un elevado número de habitantes en virtud de su apogeo industrial y con ello la necesidad de mano de obra abundante como es el caso, entre otros, de la localidad terracampina de Astudillo o la salmantina Béjar. Nada de esto parece centrarse en Nava del Rey, ya que ni es catedral -tampoco Colegiata, a pesar de cierta idea generalizada-, ni es sede de ninguna institución administrativa de entidad -dependen de Medina del Campo-, ni tampoco presenta una fuerte presencia militar -que sà se da en Ciudad Rodrigo-, ni por supuesto se da una concentración industrial tan destacada como para decir que sirve de centro receptor de población emigrante en busca de trabajo en la actividad industrial.
Más bien es la conjunción de todos estos factores en su justa medida lo que permite aumentar la población en ese siglo XVIII. Lógicamente esto generará unas demandas de todo tipo dentro de la localidad, unas características que permiten insertarla dentro de las poblaciones rurales con vocación urbana, fenómeno este que lo corrobora el que tan sólo señalen 900 casas para recoger a las 1300 familias lo que denota dos aspectos bien claros, por un lado que había familias que compartían una misma casa, y por otro lado -y este es el aspecto más urbano- es el hecho de que hubiese casas de más de un piso lo que la configurará un cierto carácter de monumentalidad en sus edificaciones, distribuyéndose en los diferentes pisos cada una de las familias ya que de otra forma es imposible aceptar o los 1300 vecinos o las 900 casas habitables.
Como remate a esta exposición sobre el volumen de población que tuvo Nava del Rey durante los siglos XVI al XVIII y como buena muestra de las necesidades que genera una población de tal calibre, será¡ interesante señalar diversos aspectos.
Por un lado están las necesidades de Índole económico dentro de las que destaca como va dicho el cultivo del viñedo, aún cuando hay que tener presente que este no era el cultivo más extendido ya que en 1761[8] declaran hay 1800 obradas de viñedo mientras que de cereal y leguminosas dan la cifra de 8500 obradas.[9] Como se ve la base agraria era el cereal -cultivo extensivo- aún cuando el renombre y el mercado principal fuera de la localidad lo aportara su vino blanco -cultivo intensivo-, vino que en su producción generaba una gran necesidad de mano de obra y con ello de salarios. A este respecto del vino, si bien a modo de curiosidad, se constata su presencia en diferentes zonas como por ejemplo en Amusco (Palencia) donde en la declaración anual de gastos el cabildo eclesiástico[10] especifica que se debe de comprar dos calidades de vinos, el corriente y “ … el vino blanco de La Nava€, este Último a precio de 11 rs. cántara mientras que la cántara de vino producido en la localidad y en buena parte de la zona oriental de la Comarca de Tierra de Campos se situaba entre los 4 y los 5 rs. Si aceptamos otro dato que nos brinda la pregunta veintitrés del mismo interrogatorio en la que explicando los diferentes impuestos y derechos llega al de la Correduría y Cuarto Fiel Medidor, el cual cargaba cada cántara de vino, vinagre o mosto de la localidad que saliese para otra en 6 mrs., con lo que si afirman que en un año recaudaban 24580 rs. debemos entender que el volumen de cántaras que anualmente salían fuera de Nava del Rey rondaba las 140000[11], lo que a modo de aproximación podía suponer unos 2.100.000 litros a razón de unos 15 litros por cántara.
Si bien la producción como se ve era abultada y no sólo eso, sino que también se ha podido comprobar cómo el coste final del producto reflejaba esa mayor calidad -aún contando con el aumento de precio originado por el costoso transporte de la Época-, un hecho importante radica en analizar quiénes eran los agentes que transportaban este preciado producto -que no olvidemos era el que daba esplendor y riqueza a la villa y con ello a todas las representaciones culturales y políticas de la época-, pues bien sin descartar la presencia de segadores gallegos que llevasen mercancías a la vuelta hacia sus tierras, ni tampoco olvidando la posibilidad de presencia de carreteros maragatos -verdaderos dueños y señores de este negocio-, la pregunta treinta y uno del interrogatorio señala a 26 vecinos de Nava del Rey con el oficio de arrieros y con unas rentas suficientes lo que prueba el hecho de que eran agentes de este fructífero negocio.
No sólo el vino ya que según parece la localidad debía de ser un centro redistribuidor de hierro,[12] como así parece atestiguarlo el hecho de que hubiese tres lonjas en las que se almacenaba dicho material con unos beneficios elevados -4000 rs. una de ellas- y como nota digna de tener en cuenta, este hierro tenía un claro mercado con la villa de Béjar y su comarca como afirman en las Respuestas Generales de dicha localidad, es decir, un intercambio entre paños de calidad y aceite, por hierro y vino blanco de Nava del Rey.[13]
Un Último aspecto económico que demuestra la vitalidad económica que ofrecía la villa a mediados del siglo XVIII, por un lado los casi 80 vecinos dedicados a la fabricación de paños de lana y lino, un número muy elevado ya que habrá que decir más bien que son como mínimo 80 familias enteras dedicadas a la fabricación de estos géneros más todas aquellas mujeres y niñas -principalmente- que se dedicaban a la hilatura y cardado de la lana, es decir, las tareas preparatorias de la lana.
Por otro lado, otro aspecto que denota una importante actividad económica es el hecho de que hubiese más de 600 jornaleros o lo que es lo mismo, la capacidad agrícola de la villa -los jornales provenientes de las labores de preparación de los viñedos- permitía mantener a 600 familias de los sueldos que a jornal percibía como mínimo el cabeza de familia. Del mismo modo, el que hubiese más de 100 Pobres de Solemnidad -toda una categoría social- indica que también podía haber recursos asistenciales necesarios para poder darles un mínimo cobijo ya que como es sabido la pobreza se acumulaba allí donde podía ser socorrida y prueba de ello es la existencia del Hospital de San Miguel, relanzado como institución por el Venerable Hermano Antonio Alonso Bermejo -ejemplo de caridad para con el resto de los hijos de Dios- y que podía dar cobijo a unas seis camas, aún cuando la función primordial fuese la de asistir con algo de alimento a los más necesitados, o al menos facilitar un «mejor morir» a los pobres desamparados.
Un último aspecto, este cultural, advierte de la entidad de esta población, así el hecho de que hoy en día se haya conservado una brillante y espectacular biblioteca formada por más de 400 volúmenes y afortunadamente custodiada en la parroquia. Del estudio parcial de los títulos se comprende la necesidad cultural que también generó esta población, si bien no el conjunto, sí al menos determinados segmentos de ella -los que tenían acceso a dicha cultura-. Siendo normal el hecho de que abunden los títulos referentes a estudios teológicos, ya que muchos de los libros pertenecían a individuos del estamento clerical, no faltan tampoco las obras escritas en francés, o las que tratan temas de derecho -algunos libros de esta Índole se remontan a mediados del siglo XVI-, no faltando los referentes a Historia, Ciencia, etc., es decir, denota al menos en una parte de la población no sólo la necesidad de una cultura suficiente e ilustrada sino un dominio de conocimientos muy sobrados para lo que correspondía a la época. Este, sin lugar a dudas, era otro de los aspectos importantes para señalar un espíritu urbano al siglo XVIII en Nava del Rey.
En esta verdadera urbe presentada en unos tenues trazos se desarrolló la vida de los navarreses durante los siglos XVI, XVII y XVIII momentos en los que el fenómeno devocional hacia la Semana Santa parece tomar mayor impulso o al menos eso podemos atestiguar a tenor de las pruebas testimoniales que hoy en día podemos contemplar, así, los magníficos pasos procesionales que el pasado ha legado a todos los que los quieran admirar.
Es difícil imaginar actualmente cómo una localidad que pierde población, que demuestra signos de decadencia y de cansancio pudo haber sido tan importante y haber mostrado tal pujanza hace tan sólo doscientos años -no se ha querido entrar en el siglo XIX, pero de haberlo hecho se hubiese situado la barrera del comienzo del declive a comienzos del siglo XX-, hecho este que nos debe hacer reflexionar para no vivir de las rentas de lo que se fue pero que hoy todavía se desconoce.
Como ya comentarán personas más doctas que yo, la importancia del legado de la Semana Santa ya no sólo radica en que se hayan conservado tantas piezas, sino la calidad de las mismas y la firma de sus autores, hecho este de verdadera relevancia y que denota de una manera clara que Nava del Rey era sin ningún lugar a dudas una de las localidades más importantes de toda la Meseta Norte. Todo un privilegio del que no hay que abusar con falsas creencias o apropiándose de algo que no les pertenece a los navarreses de hoy en día, la perpetua vanagloria del pasado de la localidad pertenece Única y exclusivamente a nuestros antepasados ya que de ellos es el mérito de haber llegado donde nosotros, lamentablemente, no podemos ni atisbar.